Mis padres son de Almadén de la plata, un pueblo de la sierra norte de Sevilla, si tenéis la oportunidad de visitarlo hacedlo, es el auténtico pueblo... pueblo... aun conserva calles de piedra, rodeado de montañas... en fin que os voy a contar...
Cómo iba diciendo, son de Almadén de la plata y allí cuando llovía hacían unas migas riquísimas, casi siempre en la chimenea, y era una ocasión especial para reuníamos todos a comerlas. (cuando digo todos me refiero a tíos, primos y abuelos). Grandes momentos aquellos para recordarlos...
Por fin han llegado las lluvias y con ella unas ganas de migas.... Así que aquí están mis migas... Qué os aproveche!!
Ingredientes:
Pan del día anterior
una cabeza de ajo
Bacon (yo utilicé dos tarrinas)
sal
aceite de oliva
agua
Preparación:
Cortamos el pan en trocitos muy pequeñitos lo ponemos en un recipiente y lo remojamos con un poco de agua. Al agua, le ponemos un poco de sal antes, luego le damos vueltas en el recipiente para que se impregne bien), (ojo, no se trata de ponerlo en remojo como si fuera un gazpacho, sólo un vaso de agua)
Ponemos en una sartén grande la cabeza de ajo desmenuzada, no quitarle la piel. Yo les doy un toque con el cuchillo pero sin cortarlos del todo.
Freir los ajos, reservar y en el mismo aceite freír el bacon. Cuando esté dorado sacar del aceite y reservar junto a los ajos.
Quitarle la piel a los ajos y añadirlos junto al bacon y al pan y volver a remover bien, que se mezcle todo.
Y este sería el final de la elaboración.
Se suele acompañar con pimientos fritos, pescaito (yo hice unas sardinas asadas y entre ellas venía esta invitada, así que la usé para la presentación) y sobre todo no olvidéis comerla con naranjas, fundamental la naranja. Nosotros nos pusimos hasta los ojos, como se suele decir!!!
Actualizado el 30 de Septiembre del 2012. Hoy he repetido el plato de las migas, pero esta vez he sustituido el bacon por chorizo, el resultado exquisito!!.
Poema Dice Rubén de Jaime Sabines
Dice Rubén que quiere la eternidad, que pelea por esa memoria de los hombres para un siglo, o dos, o veinte. Y yo pienso que esa eternidad no es más que una prolongación, menguada y pobre, de nuestra existencia.
Hay que estar frente a un muro. Y hay que saber que entre nuestros puños que golpean y el lugar del golpe, allí está la eternidad.
Creer en la supervivencia del alma, o en la memoria de los hombres, es lo mismo que creer en Dios, es lo mismo que cargar su tabla mucho antes del naufragio.